Desde la Revolución Industrial, las ciudades y la industria han evolucionado juntas: desde Manchester, Inglaterra, hasta Rochester, Nueva York, las ciudades corporativas y las regiones metropolitanas enteras han crecido alrededor de fábricas y de industrias en expansión. A pesar de este pasado compartido, las nociones populares de producción tienden a resaltar los aspectos negativos de la industria: la contaminación, la degradación ambiental y la explotación del trabajo causada por la expansión de la industria, por un lado; abandono y “contracción” resultante de la disminución más reciente de la fabricación en las ciudades del mundo desarrollado, por el otro.
El urbanismo industrial mueve la conversación más allá de lo negativo, explorando la relación entre las prácticas actuales de planificación urbana y los lugares donde se fabrican los bienes hoy. En un momento de cambios drásticos en el sector manufacturero, desde la producción en masa hasta las fábricas distribuidas a pequeña escala; de la producción contaminante y consuntiva a un proceso limpio y sostenible; de una demanda de mano de obra no calificada a una necesidad creciente de una fuerza laboral más educada y especializada: las ciudades verán nuevas inversiones y mayores oportunidades de empleo. Sin embargo, para cosechar estos beneficios se requerirá un cambio en nuestro pensamiento sobre la fabricación.
En la búsqueda de hacer que las ciudades sean competitivas y resilientes, deberíamos preguntarnos: ¿Cuáles son las relaciones contemporáneas entre la ciudad y la industria? ¿Cómo podrían ser las relaciones futuras entre la ciudad y la industria? ¿Qué estrategias de planificación y diseño físico deberían seguir las ciudades para retener, atraer y aumentar la actividad manufacturera?.
Estas preguntas apuntan a las limitaciones del paradigma arquitectónico y de planificación actual para abordar la fabricación, y la necesidad de conceptualizar nuevas estrategias de planificación que respondan y ayuden a las ciudades a adaptarse a las tendencias actuales de fabricación. La adaptación espacial a la fabricación es necesaria a escala regional, urbana y local, tanto en entornos nuevos como existentes, y teniendo en cuenta, no solo la fisicalidad del espacio, sino también sus características sociales y políticas.
Esta no es una tarea fácil. En una sociedad ampliamente percibida como “post-industrial”, es esencial educar al público sobre los procesos de fabricación. Una conciencia más profunda, una verdadera toma de conciencia, es necesaria si queremos disipar los conceptos erróneos persistentes que retratan a la industria como siempre insegura y contaminante y, en cambio, presentar la fabricación como una actividad apropiada e incluso deseable dentro de la ciudad. Cuando los procesos industriales fueron más nocivos, las fábricas se mudaron fuera de la ciudad a cajas suburbanas sin ventanas. La animosidad era mutua: los fabricantes estaban tan contentos de cerrar al público como el público para desterrarlos de sus centros urbanos. Esta actitud debe modificarse para que la industria sea bienvenida, para retomar su papel como un buen ciudadano urbano (y productivo). Los fabricantes que se enorgullecen de su trabajo alentarán al público a compartir su satisfacción.
Por lo tanto, redefinir el rol de la industria en nuestras áreas urbanas, convirtiéndola en una parte integral de nuestras ciudades, es un desafío espacial, social y económico. Más de dos siglos después del comienzo de la Revolución Industrial, los legisladores, planificadores y diseñadores tienen la oportunidad de reconsiderar las formas en que la industria crea lugares, mantiene los empleos y promueve la sostenibilidad ambiental. Este es el futuro de la fabricación. Este es el futuro de nuestras ciudades.
Este artículo es autoría de la especialista en urbanismo Tali Hatuka.