En los primeros edificios basilicales cristianos alzados en Roma, el cuerpo principal de la construcción muchas veces iba precediendo de un atrio cuadrado o rectangular. En la pared del frontis de la iglesia, aneja al atrio (que en tal ala recibía el nombre de nártex) abríase al atrio de acceso al interior de la basílica, cuyo conjunto fue dividido perpendicularmente al nártex en tres o cinco partes llamadas naves, mediante filas de columnas o de pilastras destinadas a sostener las paredes de apoyo de la cubierta, siendo la nave central de mayor amplitud y de mayor altura que las naves laterales. Encima de las columnas o pilastras, y después de un arquitrabe o una serie de arcos, se erguían las paredes laterales de la nave mayor, tendiendo en lo alto anchos ventanales y cuando la cubierta no era de bóveda, sostenían una serie de armaduras de madera que servían de apoyo a la techumbre. La pared terminal de la basílica en cuanto a la nave mayor tenía casi siempre una ancha cavidad o ábside, que por lo común de planta semicircular, sobremontada de un cuarto de esfera cóncavo que formaba su bóveda.
En el lenguaje arqueológico, la superficie de muro de frente que se alza en la boca del ábside se llama arco triunfal y a otra nave que atraviesa perpendicularmente las naves longitudinales dióse el nombre de transepto.
Dos bajos parapetos de la obra (a veces de mármol) separaban de la parte anterior de la basílica el fondo de la nave mayor jutamente con ábside o bien los extremos de todas las naves, formando el espacio destinado al clero, o sea el presbiterio en cuyo centro y cerca del ábside se situó el altar, el cual en ocasiones era erigidio sobre el lugar de la sepultura de algún santo. Más allá del altar, adosada en el centro del ábside se alzaba a veces una cátedra de mármol: sitio donde tomana asiento el obispo, rodeado de clero y de los fieles.
Cada una de als partes de la basílica fue impuesta por una necesidad expresa del culto o bien se consideraron adecuadas determinadas disposiciones de la basílica antigua pagana a dichas necesidades litúrgicas en el atrio, donde había las pilas purificadoras del cuerpo, también el espíritu se preparaba al silencio alejándose de la dispersión mundana; en el nártex ya junto a la iglesia, se podían reunir los penitentes si bien no pasarían de allí hasta cuando, ya absueltos, fueran admitidos por el sacerdote a participar con los fieles en el culto; en el interior, las anchas naves podían contener grandes multitudes en dirección siempre hacia el ábside, donde se celebraba la misa, donde surgía el altar.
El otro tipo arquitectónico principal de los templos cristianos primitivos es el de planta de círculo o de polígono (que se adoptó principalmente en los baptisterios) estando todos los elementos y dependencias subordinadas al espacio cubierto que ocupa el centro de la estructura.