La industria de las lacas es una de las glorias del arte japonés. Aunque fue inventada por los chinos, los japoneses perfeccionaron a tal punto los procedimientos de frabricación que la convirtieron en un arte nacional. Las condiciones en que vivían los laquistas eran completamente excepcionales. Se sabe, en efecto, que eran alojados, alimentados y pagados por vida por los señores que los empleaban; por consiguiente, podían consagrarse con tranquilidad absoluta a una labor que exigía una paciencia incansable. Queda uno confundido de admiración cuando piensa que ciertas lacas han requerido hasta veinte años de trabajo, y que el menor temblor de manos, el empastamiento más insignificante o una temperatura más o menos favorable, podían esterilizar los esfuerzos de varios años. Por lo tanto, no es exagerado decir que una hermosa laca japonesa es la obra de arte más preciosa que existe en el mundo.
Nadie ignora que la laca es un barniz que se extrae del árbol llamado rhus vernicifera barniz que posee un brillo y solidez metálicos y que se aplica sobre los muebles u objetos de arte. Su técnica es una de las más minuciosas: consiste en una sucesión de apomazados, bruñidos, aplicaciones de capas de barniz y operaciones de secado por medio del calor húmedo.
Agreguemos que todas las maderas no ofrecen la misma aptitud para ser barnizadas con laca, y que la madera preferida por los artistas japoneses ha sido siempre una especie de pino llamado hinoki.
Las lacas japonesas son de una resistencia a toda prueba; pueden desafiar la intemperie y hasta soportan una permanencia prolongada en el agua.
Se distinguen diferentes clases de lacas. Comencemos por señalar las lacas negras, cuyo brillo aterciopleado es admirable, y las lacas de oro, que son de una variedad infitina, sin olvidar las lacas rojas con o sin oro, las lacas grabadas y por último las lacas esculpidas.
Las lacas llamadas aventurinadas son las más apreciadas; consisten en mosaicos de oro de tonos distintos. Su nombre les nace de su parecido con los vasos de Venecia del mismo nombre. También corresponde señalar las lacas aburgadas que están impregnadas de madreperlas.
Entre los objetos más numerosos barnizados con laca, se advertirán las cajas de medicamentos, llamadas in-ros, los escritorios y los estuches de perfumes.
Las lacas japonesas más antiguas datan del siglo VI y son generalmente de fonde negro uniforme. Las del siglo XV son estimadas, pero siempre se ha considerado que las del siglo XVII son las más hermosas.
El laquista Korin, que también fue un pintor de gran talento, ocupa uno de los primero lugares en la historia de este arte. Su modo de emplear el oro es muy particular; tan pronto aplica un polvo de oro, que expande sobre los objetos, como aplica el oro en anchos toques de una calidez de tono maravillosa. Ritsuo, alumno de Korin, ha dejado obras dignas de su maestro.