Jardín japonés

Los japoneses tienen una manera muy particular de concebir el arte de los jardines. No admiten los macizos de flores ni las terrazas regulares, y sólo le conceden importancia a lo pintoresco. Un jardín japonés reproduce casi siempre, en miniatura un sitio célebre por su belleza; se distinguen los géneros torrente de montaña, océano rocoso, ancho río, etc.

Son riachos, puentecillos, rocas y montañas en miniatura, y árboles encogidos, cuya savia han comprimido con una paciencia infinita y un ingenio notable. Desde su casa, abierta con toda amplitud sobre el jardín, el japonés observa con recogimiento la imagen reducida de un sitio grandioso que tuvo oportunidad de admirar. Agreguemos que los cercos son bastante altos para evitar las miradas indiscretas.
Una de las curiosidades del jardín japonés consiste en lo que podríamos llamar el camino de piedras. Este camino se compone de una sucesión de piedras chatas, hundidas en tierra, ya pequeñas o lo suficientemente grandes para posar sobre ellas los dos pies. El trazado, siempre sinuoso, permite que las hermosas gheisas puedan atravesar el jardín sin mojarse los pies en los días de mal tiempo y llegar a la casa de té, que por lo general se disimula en un rincón del jardín.

El jardín más pequeño posee al menos una linterna de piedra cuya forma es sensiblemente la misma que la de las linternas de los templos. En ciertas noches se alumbra, y su luz pálida da al jardín un aspecto misteriorso e imprevisto.
Los árboles preferidos son el pino, el cedro, la criptomeria, el arce, el ciruelo y sobre todo el cerezo, a causa de su eflorecencia primaveral; los arbustos que gozan de mayor favor en el jardín japonés son los laureles y las azaleas.
El paisajista japonés es maestro consumado en el arte de provocar ilusiones ópticas. Si dispone de una superficie de 800 metros cuadrados, sabrá dar la visión de un jardín mucho mayor por medio de perspectivas de habilidad soprendente y sin infringir jamás las leyes de las proporciones naturales.
Por otra parte el jardín japonés no es tan sólo un lugar de repososino también un asilo de meditación. Es agradable, poético y religioso a la vez. En todos los jardines de cierta importancia se ven bloques de piedra, cuyas formas tienen una significación mística. Sobre unas tablillas de piedra hay grabadas inscripciones religiosas o morales.

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