La Escuela de Delft (1925-1955) luchó por una arquitectura que se basara en normas y valores universales. Según los arquitectos de la Escuela de Delft, la belleza radicaba en la simplicidad y era importante una buena armonía entre masa, espacio y luz. La arquitectura tenía que ser humilde y, sobre todo, no destacar. La función de un edificio tenía que expresarse en su forma. De ahí que se hiciera una gran distinción en el diseño de casas residenciales (sencillas y modestas) y edificios públicos como ayuntamientos e iglesias, que debían ser monumentales para enfatizar su función. Las características de la Escuela de Delft son el uso casi exclusivo de ladrillo, marcos de ventanas anchos y ventanales (a menudo en colores claros) líneas altas de canalones, techos altos de tejas entre los frontones y el uso de piedra natural en puntos estructurales importantes. Arquitectos destacados: Gijsbert Friedhoff y Marinus Jan Granpré Molière (foto).

Escuela de Delft
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