El arte persa (nos referimos al de la Persia antigua) duró alrededor de dos siglos entre los años 550 y 330 a.C. Su dominio comprendía la llanura del Irán desde el Tigris hasta el Indo.
El arte persa sufrió la influencia del arte asirio, del arte griego del Asia Menor y del arte egipcio. Diodoro de Sicilia nos dice que los persas, después de invadir Egipto, trajeron artistas consigo para decorar los palacios de Susa y Persépolis.
En el arte persa se distinguen tres períodos:
1. el período de los Arqueménidas
2. el período de los Partos
3. el período de los Sasánidas
El primero es el más brillante y vió elevar las dos ciudades de Susa y Persépolis.
El segundo corresponde a una época de estancamiento y no ha dejado nada digno de mención.
El tercero asistió al desarrollo de un verdadero renacimiento artístico. Para cubrir los edificios ya se usaban bóvedas en cúpulas sobre pechinas y bóvedas elípticas uno de cuyos ejemplos más interesantes fue descubierto en las ruinas del Palacio de Kosrois I, Tesipón.
Del mismo modo que los asirios, y con el mismo objeto de defenderse de las invasiones los persas construían sus palacios sobre altas murallas. Los portales de entrada estaban adornados a menudo con dos toros alados gigantescos con cabeza de hombre tocada con un tiara, en lo que se adviete una inspiración de los palacios asirios. Nos ha quedado uno de esos portales: el de Persépolis.
Una de las particularidades de la arquitectura persa es la extrema ligereza de las columnas, que a veces alcanzan a 20 metros de altura con un esparcimiento de cerca de 9. Esta anomalía se explica por el escaso peso del techo, que estaba hehco de varias hileras de maderos separados por capas de tierra o ladrillos crudos. Las columnas estaban unidas entre sí por vigas que se fijaban en el espacio que permanecía libre entre los capiteles formados por los arimeces de los toros.
Las principales ruinas que se han llegado hasta nosotros son las de Susa y persépolis. En Susa el palacio contenía el ala del trono llamada apadana; la entrada de esta sala, que cubría 8500 metros cuadrados, era un pórtico abierto entre dos pabellones muy interesantes, pero de una composición muy simple.
Una de las particularidades de la decoración sasánida es el afrontamiento. Se entiende por esto la yuxtaposición de dos motivos que se enfrentan: pájaros, caballeros, etc. pero que se hallan separados por un motivo central, árbol sagrado o altar de fuego. Por lo demás, es un motivo muy común en todo el Oriente.
La policromía desempeñó un papel considerable en la decoración persa. Los artistas empleaban corrientemente los revestimientos de estuco pintados, los ladrillos ondulados y los bajorrelieves. Todo el mundo conoce el célebre friso de los arqueros y los leones pasantes, del Museo del Louvre. Estos bajorrelieves de ladrillos esmaltados, cuyo dibujo es sobrio y potente, son de una armonía incomparable y no es posible casarse de admirar los matices de los tonos.