Teodorico, que quería revivir el esplendor antiguo del Imperio romano inyectando en sus territorios la nueva vitalidad bárbara, reunió en su corte de Rávena un grupo de escritores y juristas que supieron continuar gloriosamente la tradición latina; en cambio en la técnica constructiva no logró rejuvenecer los métodos de los arquitectos del Partenón. Su tumba en Rávena está formada por una gran mole que se impone por sus líneas y también por los mismos materiales ya que no la edificaron con ladrillo, sino con grandes sillares de piedra y lo cubrieron por un gigantesco monolito a modo de cúpula poco elevadoa. La tumba de Teodorico consta dedos pisos: en el inferior diez hondas arcuaciones forman el perímetro del edificio, que en su parte interna contiene una cámara sepulcral cruciforme; y en el piso superior hay otra cámara sepulcral (de planta circular por fuera) cubierta con cúpula. Con todo, la planta poligonal del mausoleo de Teodorico se puede relacionar con monumentos funerarios romanos, pero el origen de determinados detalles constructivos hasta ahora no ha sido puesto en claro; Toesca insunúa la posibilidad de que tal monumento fuera alzado bajo la influencia siriaca, que dejó rastros en otros ejemplares ravenenses del tiempo de Teodorico.
En las Galias parece que el monumento bárbaro más famoso fue la iglesia que sobre el sepulcro de San Martín construyó su sucesor el obispo Gregorio de Tours (fallecido en 594) y entre los pocos que aún quedan sobresale San Juan de Poitiers, pequeña construcción merovingia, con bóvedas y en cuyo exterior se manifiestan tentativas para imitar los frontones clásicos que decoraron con cornisas de ladrillo y piedra en combinación.