La arquitectura actual se encuentra encaminada hacia un funcionalismo de las edficaciones, herencia del modernismo recalcitrante que aún hoy muchos defienden.
Los ejemplos de construcciones residenciales inmensas que parecen más prisiones o cárceles de máxima seguridad son fotografiadas y compartidas en las redes sociales, como el “fin de la arquitectura”. La arquitectura actual por un lado quiere ser ecológica y más verde, llevando los procesos hacia una sostenibilidad con el ambiente pero reniega de la estética que ensalzaban los griegos y los romanos. La contaminación visual que provocan los edificios es responsabilidad de arquitectos y clientes.
Los medios de comunicación masivos y los Estados han declarado a algunos arquitectos como “estrellas”. La frivolización de la arquitectura, la globalización de las ideas, la masificación de conceptos de qué es bueno en arquitectura y qué es antiguo o malo es moneda corriente. El desconocimiento de las tradiciones arquitectónicas locales por parte de los arquitectos y la historia de la ciudad es frecuente. Muchos son productores de fealdad, por una cuestión de avaricia (no sólo propia sino del cliente también) y el frenesí por reducir gastos de proyecto.
“Una vez que comenzamos a celebrar la fealdad, también nos volvemos feos. Del mismo modo que el arte y la arquitectura se han desahogado, nuestros modales, nuestras relaciones y nuestro lenguaje se han vuelto toscos” Roger Scruton.
Los “arquitectos estrella”, se ganan su denominación por ser expuestas sus mansiones de millones de dólares en revistas de arquitectura y no por preservar la tradición arquitectónica de un pueblo o una ciudad. Son meros engranajes de un sistema de codicia e impunidad, que dejan en el campo de juego, imágenes aberrantes de edificaciones a cambio de dinero.
Los “arquitectos estrella” quieren uniformizar a las naciones y vestirlas con los mismos simbolismos en lugar de abrazar su idiosincracia y su manera de ser. Los arquitectos italianos barrocos que construían en Roma, cuando eran llamados para diseñar en Rusia o en Alemania pasaban meses o años tratando de conocer la ciudad o la región, sus costumbres y sus formas de ver la vida.
Calatrava diseña el mismo puente para Dublin, Buenos Aires y otras ciudades como sello de sí mismo y de qué es mejor ser global que local; no ser de ningún lugar y no tener ninguna identidad.
Los arquitectos en la arquitectura actual, se han convertido en meros socios del Estado, seguidores de normas y legislaciones y de adoradores del dios dinero. El legado de fealdad, incultura y degeneración estética que dejan a su paso, les importa poco al igual que los deseos del cliente y aumentar las posibilidades de uso y de confort del espacio diseñado.