La cerámica es la antigua práctica de elaborar con arcilla recipientes, objetos decorativos y otros elementos para la construcción. Para ello, la arcilla es mezclada con agua, silice, plomo y estaño, para luego ser cocida en un horno a entre 1.600 y 2.000 grados aproximadamente.
Todos los materiales de este arte tienen en común las características de permitir aislar la temperatura, por un lado, y ser frágiles, por el otro. Es por estas dos cualidades que la cerámica se trabaja con procesos de sintetización, mediante triturado elemental, ya que no puede emplearse la fundición ni la mecanización con herramientas.
Surgida en el neolítico a partir de la necesidad de conservar excedentes de comida y líquidos, la práctica de la cerámica rápidamente también comenzó a ser utilizada en la creación de edificaciones para la producción de ladrillos, tejas, baldosas o azulejos, entre otros.
La cerámica es una de las artes más antiguas que a lo largo de los siglos fue perfeccionada pasando de técnicas más artesanales de moldeado a mano y secado natural, a las de cocción en hornos, moldeado con torno y vidriado de superficie. Además, suele ser decorada posteriormente con diseños e imágenes, ya sean impresas, pintadas o en relieve.
El término cerámica proviene del griego “keramikos”, que significa “sustancia quemada”, y es llamada así debido al proceso de fabricación de la misma.