El arquitecto e ingeniero Jorge Bunge nació en San Isidro, Provincia de Buenos Aires el 5 de Marzo de 1893.
Fue uno de los responsables del estilo francés de la construcción de la ciudad de Buenos Aires, también abrazó las ideas del modernismo, que implementó en casi todas sus obras. Luego de graduarse en FADU viajó a Alemania para especializarse en el Instituto Politécnico de Munich, becado por el gobierno argentino.
Allí se graduó en arquitectura e ingeniería. Al regresar el país comenzó su carrera profesional como arquitecto que conjugó con la docencia en la Cátedra de Historia del Arte en la Academia de Bellas Artes y en la Facultad de Filosofía y Letras donde dio clases hasta 1929.
Entre sus obras más destacadas se encuentran “La Algodonera” una fábrica de algodón que es un ejemplo de arquitectura moderna industrial de la época. Otras de sus obras son: el Automóvil Club Argentino, la Cristalería Rigolleau y el Banco Francés.
Jorge Bunge fue un gran exponente del Movimiento Racionalista en Argentina, sobrino de uno de los pioneros de la creación de la Sociedad Central de Arquitectos y proyectista de la porteña aristocracia de fines del siglo XIX, Ernesto Bunge.
Bunge también es conocido por su labor en la urbanización de la localidad de Pinamar, donde desarrolló un concepto novedoso para el diseño del trazado de gran carácter paisajístico. El 14 de febrero de 1943 se inauguró el balneario de Pinamar, un gran logro que se propusiera el arquitecto Jorge Bunge varios años antes: ofrecer al una ciudad jardín en la costa bonaerense, una síntesis entre bosque y mar que a 75 años de aquella fecha continúa haciéndose realidad.
La trayectoria de Jorge Bunge es prolífica, modélica y diversa: más de trescientas obras, distintas tipologías –residencias unifamiliares y multifamiliares, casas de renta, bancos y edificios administrativos, fábricas, estéticas clásicas, neocoloniales y modernas, proyectos urbanos y planes directores de ciudades. Obras entre las que hay que destacar el diseño de la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes en Alta Gracia, Córdoba.
Jorge Bunge transita desde el clasicismo del edificio del Banco Francés y sus primeros edificios de renta, y el neocolonial de alguna obra en Avellaneda, hacia propuestas innovadoras como la “Algodonera”, donde la sobriedad y el impacto de la masa son rasgos salientes. Las construcciones en esquina sobre la avenida Belgrano o el edificio Volta, sobre la avenida Alem.
Un ejemplo de su concepto:“la arquitectura en función de sí misma, esto es, lo puro constructivo” se visualiza en algunas residencias y casas de renta (Malabia 1885, Santa Fe 3132), la Fábrica Manufacturera Algodonera Argentina, una vez más, y los edificios Grenier y Cristalería Rigolleau.
Pero será principalmente el emprendimiento de Pinamar el que coloca el nombre de Jorge Bunge en un lugar destacado dentro del desarrollo de la disciplina en la primera mitad del siglo 20.
Se ha utilizado la palabra emprendimiento porque así encaró el proyecto Jorge Bunge: desde fijar las dunas, forestar las entonces playas desiertas, proyectar el Playas Hotel y elaborar detalladamente el plan director, hasta crear una empresa, Pinamar SA, que se hiciera cargo de la construcción de “un nuevo balneario concebido como una ciudad jardín”. Arquitecto, urbanista y desarrollador, JB anticiparía algunos roles que los colegas asumen por estos días.
En 1922, las autoridades del Banco Francés del Río de la Plata, fundado en 1886, llamaron a concurso de proyectos para su nueva casa matriz. El programa comprendía los espacios de funcionamiento del Banco, y varios pisos destinados a oficinas y viviendas para renta.
Jorge Bunge gana el concurso, destacando que “la idea que inspiró este proyecto fue la de erigir la ‘Casa de Francia’, dentro de los elementos más clásicos de los estilos franceses del siglo XVIII. No se ha buscado crear nada nuevo, sino adaptar formas ya consagradas y mantenerse estrictamente dentro de los cánones de esa época”.
Tanto en el caso de la Algodonera como el de la Cristalería Rigolleau se manifestará lo que algunos autores han denominado “paternalismo industrial”: una suerte de “alianza” entre obreros y patrones, en la que estos últimos brindaban a sus empleados acceso a la educación técnica y a actividades culturales, a la recreación y, en algunos casos, a una vivienda digna. Como contrapartida, los obreros eran formados para las tareas fabriles y hacían propia la empresa, se “fidelizaban” en términos contemporáneos. Enrique Shaw, directivo de Rigolleau y yerno de Bunge, representó una versión radical de estas posiciones, lo que curiosamente, ha promovido un proceso de canonización, que puede finalizar con la primera declaración de santidad de un empresario por la Iglesia Católica.
En concreto, la Algodonera contaba con un club para los trabajadores en la cubierta, equipado con una ‘terraza verde’, de las que había muy pocas en el Buenos Aires de esa época, y una amplia piscina. Oscar Antonelli, trabajador de la Algodonera, recuerda haber compartido la pileta con el hijo menor de Bemberg, en alguno de esos “sábados ingleses” que concurría al club mencionado.
Junto a otros estudios, el del arquitecto Bunge proyectó el edificio de la Sede Central del Automóvil Club Argentino (1941-43) sobre la Avenida Del Libertador.
El arquitecto Liernur, define al edificio como “una pieza sorprendente”, en el que “se expresaron el complejo compromiso de sus autores y las ambiguas relaciones entre Modernidad y Clasicismo tardío que caracterizan el período. En ningún otro caso adquirió una forma tan elocuente la dramática división entre la fe en la eficiencia funcionalista, aplicada a la arquitectura utilitaria, y la perplejidad frente a ese Modernismo despojado de sus valencias estéticas y reducido a ingeniería”. Típico ejemplo de lo que dio en llamarse “nuevo monumentalismo”.
A partir de un plan pensado para Claromecó, abortado por la crisis del treinta y un acuerdo que nunca se firmó con el ferrocarril para que construyera un ramal de acceso, hay muchas ideas e intenciones que se materializarán en el proyecto Pinamar: una estricta zonificación (un centro urbano, un barrio obrero, una cancha de golf, y tierras de reserva, entre otros sectores), indicaciones muy particularizadas para fijar los médanos y forestar, y una propuesta para construir algunos edificios claves (hoteles, pequeños comercios, escuela, iglesia, algunas viviendas permanentes, etc.) y los servicios mínimos necesarios. Pero lo más interesante son las recomendaciones finales de Jorge Bunge: las construcciones indicadas “distribuidas en forma estratégica darían fácilmente impresión de algo ya definitivo, diferenciándolas de esas especulaciones a base de dibujos sobre las cuales está la gente muy escarmentada” construir y vender algunos chalets económicos “y seguir edificando otros más con el dinero obtenido por la venta” y cobrar las primeras cuadras pavimentadas a los dueños de los lotes frentistas “y con el importe se proseguiría pavimentando las calles de otros radios, hasta llegar a recuperarlo totalmente”. Como se ve, un verdadero modelo de gestión, en términos contemporáneos.
El plan director de Pinamar, el instrumento que dio existencia legal a la nueva localidad, fue aprobado en 1943 por las autoridades bonaerenses. En la memoria respectiva, Jorge Bunge define su proyecto como el “trazado de una ciudad jardín, hecha en forma irregular siguiendo los desniveles del terreno”. El plan comprendía distintas zonas: balnearia, paralela a la costa, el espacio del turista; intermedia, donde localiza el centro cívico y diversos equipamientos para los residentes temporarios, lotes de mayor tamaño y reservas forestales; y finalmente, industrial y obrera, a la que llega el ferrocarril y donde ubica también una área cívica y de equipamiento, pero para la población permanente.
El desarrollo integral del balneario significó el involucramiento de Jorge Bunge durante muchos años. Se improvisó como ingeniero agrónomo para fijar las dunas y forestar con éxito cientos de hectáreas que eran originalmente campos ralos. Resolvió un tema central, la accesibilidad vial y ferroviaria al Balneario, con gestiones personales ante la Dirección de Vialidad y la gerencia de los ferrocarriles, ofreciendo cooperar económicamente en el asfaltado de la ruta desde Madariaga y en la prolongación de la línea ferroviaria hasta Pinamar. Se encargó de la provisión de agua y energía eléctrica, construyó las primeras viviendas, comercios y el actual Playas Hotel, donó tierras para mejorar y completar los equipamientos necesarios y hasta puso en funcionamiento una fábrica de materiales para facilitar las cosas. Supo entusiasmar con su proyecto a familiares, amigos y conocidos, y lograr el apoyo financiero de los mismos. Se compromete decididamente en el marketing y venta del producto final de la empresa, las parcelas de la ciudad jardín: contrata ómnibus para traer a los interesados desde Buenos Aires y Mar del Plata y los aloja y agasaja, primero en carpas, y más tarde en el Hotel Pinamar, todo sin cargo.
Obras de Jorge Bunge
Edificio República Árabe de Siria 2885
Edificio Av. Santa Fe 3132 (realizado en 1936)
Ex Forestal Argentina junto con Arnoldo Jacobs, Rafael Giménez (realizado en 1937)
La Algodonera junto con Berardo Dujovne, Silvia Hirsch (realizado en 1940)
Automóvil Club Argentino junto con Gregorio L. Sánchez. Erenesto Lagos, Arnoldo Jacbos, Abelardo J. Falomir, Héctor C. Morixe, Luis María de la Torre (realizado en 1941)
Fuente: http://www.elpionero.com.ar/La-vigencia-del-sueno-del-arquitecto-Jorge-Bunge
Más información en este blog: http://arquitectojorgebunge.blogspot.com/2013/08/las-heras-3898.html