San Clemente es un ejemplo de las fuerzas telúricas que han ido cincelando la ciudad de Roma. Tres en uno, así es como se presenta esta iglesia medieval, que se levanta sobre una antigua casa romana y una basílica paleocristiana. Tres sustratos visibles de un mismo suelo lleno de historia, con los restos del mithraeum romano, el coro de la iglesia inferior, fechada en los inicios del Cristianismo, y el altar de la iglesia superior, edificada en la Edad Media y remozada en el Barroco. Una máquina del tiempo en toda regla.
Durante el siglo II d.C., los terrenos sobre los que hoy se encuentra la iglesia estaban ocupados por una mansión romana, propiedad de Tito Flavio Clemente, uno de los primeros senadores romanos que se convirtieron al Cristianismo. La casa era utilizada para realizar reuniones secretas, ya que la religión cristiana estaba prohibida en aquella época.
Posteriormente, en el mismo lugar se construyó un pequeño templo dedicado a Mitra (Dios solar de origen persa), que permanecería en uso para la realización de rituales de iniciación hasta finales del siglo III.
Algunos años después se construyó una gran sala sobre la mansión que, tras el fin de la persecución cristiana en el año 313 d.C., pasaría a convertirse en una basílica bajo la bendición del Papa Siricio.
La iglesia sufrió grandes daños durante los saqueos producidos en el año 1084 a manos de los normandos, por lo que quedó abandonada y sepultada cinco metros por debajo del nivel de las calles. En el mismo terreno se llevó a cabo la construcción de una nueva iglesia bajo las órdenes del Papa Pascual II, que se vería finalizada en el año 1108 y es la misma que se conserva hasta la actualidad.
Interior de la Iglesia de San Clemente
A simple vista, la Basílica de San Clemente podría parecer un templo como el resto de los que se pueden encontrar en Roma, pero en su interior se pueden encontrar importantes e inimaginables tesoros.
La pequeña iglesia posee una rica decoración, de la que merece la pena destacar algunos mosaicos que se conservan desde el siglo XII.
A través de la sacristía es posible acceder hasta la iglesia del siglo IV en la que, entre la oscuridad, el frío y la humedad, aún se pueden ver gran parte de los frescos decorando las paredes, además de algunos fragmentos de los mosaicos que cubrían el suelo del templo.
No sólo es posible acceder hasta la anterior basílica, sino que también se pueden recorrer las antiguas viviendas romanas, realizadas en ladrillo antiguo. En una de las habitaciones se puede ver correr el agua que circula a través de la Cloaca Máxima, el principal sistema de alcantarillado de la antigua Roma.