La arquitectura mexicana comienza a tener una impronta más definida a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Con una tradición de más de dos mil años de antigüedad, encierra variados estilos entre sus influencias.
Tras un estilo inicial cercano a los diseños franceses e italianos, con el correr del siglo la arquitectura mexicana fue adquiriendo un estilo propio, en el que se destaca cierta reminiscencia neocolonial y gótica.
En esta etapa iniciática se destacan construcciones antiguas trabajadas artesanalmente, como los primeras catedrales del siglo XVI construidas en piedras, pasando por el uso de la madera en el siglo XVII, hasta llegar al neoclasicismo del siglo XIX, en el que el progreso económico de la región dio paso a la modernidad propia de la arquitectura mexicana.
Lugares emblemáticos como el Hospicio Cabañas (en Guadalajara), la Catedral de Puebla o las primitivas construcciones de la ciudad de Casas Grandes (en Chihuahua), son algunas de las más destacadas.
La impronta de las escuelas europeas de diseño arquitectónico son una influencia notoria para el desarrollo de la arquitectura en México del comienzo de siglo XX. Dos de los arquitectos más reconocidos de esta etapa son Luis Barragán y Mario Pani.
Barragán (1902-1988) fue el más influyente de todos. Sus viajes juveniles a España y Francia a temprana edad fueron la base de un trabajo que se vislumbra en obras como el Parque de la Revolución de Guadalajara.
La utilización de elementos naturales como la luz y el agua se detecta en las construcciones de casas al estilo art-noveau de sus comienzos, hasta llegar a las obras que él mismo denominó “emocionales”, con gran presencia de jardines y en un contraste permanente entre la luz y la sombra del lugar. Su casa del barrio de Tacubaya (en México DF) ha sido reconocida como Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Mario Pani Darqui (1911-1993) fue el gran propulsor del funcionalismo en la arquitectura mexicana. Es el responsable de la modernidad de la ciudad de México D.F., a través de variados proyectos habitacionales que orbitaron bajo su dirección, como el Barrio Manuel Alemán o la Ciudad Universitaria de la UNAM.
La influencia de las ideas progresivas sobrevuela el trabajo de Pani. En su mente estaba la idea de una ciudad moderna, transformando a México D.F. en una región de avanzada para América Latina, y de influencia directa a países desarrollados como Estados Unidos.
Esa modernidad característica de la ciudad se refleja en obras como la Torre Latinoamericana. Diseñada por Augusto Alvarez e inaugurada en 1956, mide 1,83 metros y tiene 45 pisos.
Con una fachada de aluminio y vidrio, fue realizada bajo un cimiento de concreto innovador para la época. Pensado como el primer rascacielos protegido ante movimientos sísmicos y sobreviviente del terremoto de 1985, es considerado uno de los edificios más seguros del mundo.
Mientras que en varias ciudades (como Chiapas, Puebla y Jalisco) aún se observan antiguas arquitecturas barrocas de siglos pasados, en las grandes urbes (México D.F., Monterrey, Tijuana) la modernidad está al servicio del día, ligado a la lógica del mercado inmobiliario y a fenómenos en crecimiento como la cuestión habitacional y el ascenso de la inmigración.