El mortero es cualquier mezcla natural o artificial cuyas características esenciales son su plasticidad inicial que permite trabajarla y moldearla según la necesidad, y su posterior endurecimiento y aumento de la resistencia mecánica, haciéndolo útil como material de construcción. Estas mezclas se usan en albañilería y constan de tres componentes: un material inerte o árido, generalmente arena de distinta composición y granulometría. Un material aglutinante, ligante, conglomerante o aglomerante, que imparte plasticidad a la mezcla al ser aplicada, y por tanto permite su moldeado, así como elasticidad al endurecer, lo que confiere cohesión y resistencia mecánica al conjunto. Y materiales añadidos eventualmente cuyo fin es muy variado.
Es esencial en construcción ya que es el material con el que se pegan tanto los bloques de hormigón como ladrillos y piedras. Puede utilizarse también para reparaciones de albañilería como así también para el relleno de juntas o espacios libres entre bloques y para el revoque de las paredes.
El mortero se ha usado desde tiempos antiguos como material de construcción de edificios y defensas, alternativo a otros materiales como la piedra o madera.
Los primeros se hacían de barro y arcilla. Actualmente, hay muchas clases de morteros, entre los más comunes podemos encontrar el mortero de cemento y arena, que presenta mucha resistencia y consigue secar y endurecer rápidamente. Su desventaja es que no tiene mucha flexibilidad y se puede resquebrajar con facilidad. Otro mortero es hecho de cal y arena siendo más flexible y fácil de aplicar, pero no es tan resistente ni se consigue una impermeabilidad completa.